Katie Byron, es una empresaria
y madre que vive en el sur de California, sufrió una severa depresión después
de cumplir los treinta años, y se pasó cerca de dos años casi incapaz de salir
de su cama y obsesionada con la idea del suicidio.
De repente una mañana, desde
las profundidades de la desesperación, experimentó una revelación que cambió su
vida.
Katie percibió que
cuando pensaba que algo debería ser diferente de cómo era (“Mi marido debería
quererme más,” “Mis hijos deberían apreciarme,”) ella sufría, y que cuando no
creía en estos pensamientos, se sentía en paz. Comprendió que lo que causaba
su depresión no era el mundo alrededor suyo, sino las creencias que ella tenía
respecto a ese mundo. En un repentino despertar interior, Katie vio que nuestro
esfuerzo por encontrar la felicidad estaba enrevesado: en vez de intentar
cambiar el mundo para ajustarlo a nuestros pensamientos de cómo “debería” ser,
podemos cuestionar estos pensamientos y, mediante el encuentro con la
realidad como es, experimentar una libertad y un gozo inimaginables. Como resultado,
una mujer deprimida y con tendencias suicidas se llenó de amor por todo lo que
la vida le aporta.
Únicamente
sufrimos cuando creemos un pensamiento que está en desacuerdo con lo que es. Cuando la mente está perfectamente
clara, lo que es, es lo que queremos. Si quieres que la realidad sea
diferente de lo que es, podrías intentar enseñarle a ladrar a un gato y
obtendrías el mismo resultado. Puedes intentarlo una y otra vez, y al
final, el gato te mirará y volverá a decir: «Miau». Desear que la realidad
sea diferente de lo que es, es un deseo imposible de satisfacer. Y aun así,
si prestas atención advertirás que tienes pensamientos de este tipo docenas de
veces al día: «La gente debería ser más amable», «Debería enseñarse a los niños
a comportarse bien»,
«Mis vecinos
deberían cuidar mejor su césped», «La cola del supermercado debería avanzar más
deprisa», «Mi mujer o mi marido debería estar de acuerdo conmigo», «Debería
estar más delgada». Estos pensamientos constituyen distintas maneras de querer
que la realidad sea diferente de lo que es. Si te parece que esto suena
deprimente, estás en lo cierto. Toda la tensión que sentimos se origina en
nuestras discusiones con lo que es.
Lo que piensas que no debería
haber sucedido sí debería haber sucedido. Debería haber sucedido porque
así fue y ningún pensamiento del mundo puede cambiarlo. Eso no quiere decir que
lo toleres ni que lo apruebes. Sólo significa que eres capaz de ver las
cosas sin resistencia y sin la confusión de tu lucha interior. Nadie quiere
que sus hijos enfermen, nadie quiere ser víctima de un accidente de coche; pero
cuando estas cosas ocurren, ¿De qué forma podría ayudar discutir mentalmente
con ellas? Sabemos que no tiene sentido, y sin embargo,
lo hacemos porque no sabemos cómo dejar de hacerlo.
Katie Byron, es
una amante de lo que es, no porque sea una persona espiritual, sino porque
sabe, que cuando discute con la realidad, sufre. Podemos saber que la
realidad está bien tal como es porque, cuando discutimos con ella, sentimos
tensión y frustración. No nos sentimos normales ni equilibrados. Cuando
dejamos de oponernos a la realidad, la acción se convierte en algo sencillo,
fluido, amable y seguro.
Un pensamiento resulta inofensivo a
menos que nos lo creamos. No son nuestros pensamientos, sino nuestro apego a
ellos, lo que origina nuestro sufrimiento. Apegarse a un pensamiento
significa creer que es verdad sin indagar en él. Una creencia es un pensamiento
al que hemos estado apegados, a menudo durante años. La mayoría de la gente
cree que «es» lo que sus pensamientos dicen que es. Un día advertí que no
estaba respirando: me estaban respirando. Entonces también advertí, con gran
sorpresa, que no estaba pensando: que, en realidad, estaba siendo pensada y que
pensar no es personal. ¿Te despiertas por la mañana y te dices: «Creo que hoy
no voy a pensar»? Es demasiado tarde: ¡ya estás pensando! Los pensamientos
sencillamente aparecen.
Provienen de la
nada y vuelven a la nada, como nubes que se mueven a través de un cielo vacío.
Están de paso, no han venido para quedarse. No son perjudiciales hasta que nos
apegamos a ellos como si fueran verdad. Nadie ha sido capaz, jamás, de
controlar su pensamiento, aunque la gente cuente la historia de cómo lo ha conseguido.
No dejo que mis pensamientos se marchen: me enfrento a ellos con comprensión.
Son ellos los que me dejan marcharme a mí. Los pensamientos son como la brisa o las hojas en
los árboles o las gotas de lluvia que caen. Aparecen del mismo modo, y a través
de la indagación, podemos entablar amistad con ellos. ¿Discutirías con una gota
de lluvia? Las gotas de lluvia no son personales, como tampoco lo son los
pensamientos. Una vez que te has enfrentado a un concepto doloroso con
comprensión, la próxima vez que aparezca quizá te resulte interesante. Lo que
solía ser una pesadilla ahora es sólo algo interesante. La siguiente vez
que aparezca, tal vez te resulte divertido. Y la siguiente vez, quizá ni
siquiera lo adviertas. Este es el poder de amar lo que es. Esto constituye
el fin del sufrimiento y el
principio de la dicha en el paraíso.
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Extractos de la autora Katie Byron
¡Animo, estas a solo un pensamiento de
cambiar tu vida!
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